miércoles, 6 de noviembre de 2013

LOS JÓVENES, LA CRISIS DE VALORES, LA IGLESIA.

Jóvenes en retiro.

En estos días, cercano ya el fin del curso, estamos celebrando la recepción, por parte de niños, adolescentes y jóvenes de los sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Confirmación y algunos incluso del Bautismo. Ellos están participando en el proceso catequético que la parroquia les ofrece. Para los mayores se programaron recientemente  retiros para preparar su Confirmación. He tenido la oportunidad y la suerte de acompañarles en los dos retiros, uno para los de  Celendín y otro para los de Sucre.
El espejo

Entre las actitudes necesarias para afrontar el día subrayamos el silencio, la sinceridad y el compartir. Ello hizo posible la creación de un buen ambiente, al que contribuyeron algunos símbolos, como el espejo, que nos ayudó a mirarnos a nosotros mismos y a la persona de Jesús.  La experiencia para mí ha sido muy positiva. Reconozco que me acerqué a los chicos con cierto temor, sin duda influido por eso que tanto se vocifera de la “crisis de valores”, algo que se achaca de modo especial a los jóvenes, a los que se acusa de infinidad de actitudes perniciosas. Mi experiencia fugaz es que me he encontrado con jóvenes alegres, en búsqueda, con capacidad de interiorizar, con deseos de ser escuchados y valorados, pidiendo confianza en ellos, no aceptando ciertas restricciones, amantes de libertad y autonomía y valorando con admiración el modo de vida que adoptó Jesús.

Llevo cincuenta y tantos años oyendo hablar de crisis de valores. El resto de años, hasta llegar a sesenta que tengo, seguramente lo oiría, pero no tenía capacidad memorística para retenerlo. ¿Realmente hay crisis de valores?  Primeramente habría que ponerse de acuerdo en a qué llamamos valor, pues hay cosas que son valores para unos, pero para otros no; por ejemplo, la famosa competitividad.  Habrá crisis de ciertos valores, pero no son los jóvenes los culpables, o al menos los únicos. Posiblemente ellos sean más víctimas que otra cosa.  Lo cierto es que si hay crisis de valores  en la sociedad es porque la hay en la mayoría de nosotros, pues la sociedad no es un ente ficticio, que está ahí, en el aire, sino que es la suma de los ciudadanos. Porque ocurre que, con frecuencia, cuando se habla de crisis de valores, se afirma su existencia, pero miramos hacia afuera, a los demás, como si nosotros estuviéramos cobijados en un arca de Noé pura y limpia. De cada uno depende, pues, revertir la situación.

La relación de la Iglesia con los jóvenes se concreta en eso que llamamos pastoral juvenil. Muchos intentos y parece que pocos logros. No es un tema fácil. Hay esquemas previos de los que nos cuesta mucho desprendernos. Da la impresión de que lo que prima es cómo acercar los jóvenes a la Iglesia y no tanto la Iglesia a los jóvenes. Incluso ese acercamiento tiene como objetivo fundamental lograr su presencia en el templo y la recepción de sacramentos. Por otra parte, solemos acercarnos a ellos como maestros, a enseñarles, no a aprender, a llevarles a Dios, no a buscarle con ellos y entre ellos. La Iglesia debe seguir buscando la tecla oportuna, pero lo que está claro es que ha de acompañar a los jóvenes, ofrecerles su cercanía, escucharles, respetar sus ritmos y no dejar de presentarles a Jesús como gran oferta de vida. Él sí les entusiasma.
                    Antonio Sáenz Blanco

1 comentario:

  1. Es cierto. Hace falta mucho acercarse a los jóvenes. Tal vez los que trabajamos con ellos ponemos muchos pretextos para no hacerlo o quizás estamos cansados o también puede ser que os estamos dejando llevar por esta sociedad y sus cambios acelerados. Lo cierto es que tenemos que retomar nuestro trato hacia ellos y la manera cómo estamos presentando a Jesús.

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