Una de las obras sociales que lleva a cabo nuestra parroquia
es el servicio de atención a los
enfermos a través de la botica parroquial, que lleva el significativo nombre de
“Teresa de Calcuta”. Son ya muchos los años que lleva funcionando, prestando un
servicio de calidad, por lo que ha logrado
prestigio social en forma de confianza. Es verdad que ha pasado por momentos de
dificultad, pero se han ido superando y ahora goza de buena salud. Para mejorar
sus prestaciones, el equipo responsable ha solicitado poder disponer de otro
salón adjunto del Centro Pastoral. Para poder acceder a ello la botica está construyendo
nuevos locales con intención de hacer una permuta. Como las obras son vecinas a
nuestra casa y tengo que pasar junto a ellas diariamente las estoy siguiendo de
cerca. Y me ayudan a reflexionar sobre la vida. Les comparto lo que voy
rumiando.
Planos de futuro botiquín Parroquial. |
Todos sabemos que en la
construcción de un edificio entran en juego diversos elementos. Uno de los más
importantes y de los primeros a tener en cuenta son los planos. En ellos, sobre
el papel, se van trazando las líneas que plasman el diseño del edificio. Tras
ellos hay unos señores, arquitectos e ingenieros,
los cuales, además de saber matemáticas, cálculo, geometría, han de tener
“ingenio” y creatividad para compaginar la utilidad con la belleza. Han de
saber distribuir los espacios para dar cabida a todo lo necesario y saber
aprovechar al máximo el terreno disponible.
En los planos aparece el metraje, el reparto del espacio, la profundidad
de los cimientos y las zapatas, el grosor de los fierros, las dimensiones de
las columnas, el recorrido de las
instalaciones eléctricas,…; de esa manera se asegura que todo esté en su sitio
y al servicio de la construcción planificada. Luego no queda más que seguir
fielmente lo expresado en los dibujos para llegar al resultado final.
También nuestra vida necesita una
planificación. Exige sentarse y diseñar qué dirección queremos dar a nuestra
existencia, trazar las coordenadas que marquen la ruta a seguir. Esto es
importante, pues si nosotros no lo hacemos, otros van a tener interés en
hacerlo para poner nuestra vida a su servicio,
manipulando nuestra voluntad desde una supuesta libertad. Pero, como
decía el personaje de Nelson Mandela en la película Invictus “soy el amo de mi
destino, soy el capitán de mi alma”. Somos cada uno los que tenemos que
planificar, buscar la orientación adecuada. En esto los creyentes en Jesús
tenemos ventaja. Lo tomamos a Él como modelo, como referencia. Él es el arquitecto que con su testimonio y
su palabra dibujó los trazos que tienen que enmarcar nuestro vivir. Más aún, Él
se nos ofrece como el Camino cuyo seguimiento nos lleva a la Vida.
Esa referencia tiene sus
consecuencias. Tenemos que conocer a Jesús cada día más y mejor.
Los evangelios
son el medio idóneo para ello. Allí vamos a encontrar cómo también Él, al
inicio de su vida pública, busca la soledad (el desierto) para planificar su
existencia, para asumir, desde su ser, las líneas fundamentales de su hacer. Fue
el Espíritu de Dios el que le iluminó para plasmar su diseño, para marcar sus
opciones vitales. También nosotros necesitamos espacios de silenciamiento, de
reflexión, de oración, para que, desde el trato íntimo con el Padre que nos
ama, vayamos dibujando los trazos que marquen el rumbo que queremos dar a nuestra vida. El mismo Espíritu que ayudó a
Jesús, está presto para ayudarnos.
La Biblia. |
Antonio
Sáenz Blanco
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