miércoles, 13 de noviembre de 2013

HAY VIDA MÁS ACÁ DE LA MUERTE.


       La festividad de Todos los Santos, la conmemoración de los fieles difuntos, el evangelio del pasado domingo, desde el episodio de la mujer “matamaridos” y muchos textos litúrgicos de estos últimos días, nos llevan a pensar en lo que llamamos “vida eterna”, algo que nos cuesta mucho explicar y entender. Sabemos que no es un simple revivir, la identificamos con el Cielo, la colocamos más allá de la muerte y poco más solemos decir. Sin embargo es una afirmación de nuestro Credo, en el que expresamos nuestra fe en un Dios de vivos, no de muertos, que nos  llama permanentemente a la  vida. Nuestra fe en la vida eterna no nos lleva a desentendernos de la historia, sino, al contrario, a meternos de lleno en la vida presente, procurando ir anticipando la nueva que anhelamos, dándose así una continuidad,  no una ruptura.
       Cada día nos trae mucha vida, no necesariamente caracterizada por acontecimientos espectaculares, sino, más bien, por sucesos variados y experiencias sencillas, que le van dando sabor. En los últimos días he participado de un cóctel, como no puede ser de otra manera,  multicolor. El sábado tuvimos  la visita de nuestro obispo Carmelo. Suele ser ésta época de confirmaciones. 30 jóvenes han recibido este sacramento, algunos junto a su bautismo y primera comunión. Ojalá la alegría que manifestaban la noche del sábado vaya acompañada de su decisión de proseguir su proceso de seguimiento de Jesús. La presencia del obispo nos dio ocasión de poder compartir con él desde una mayor cercanía. A su paso por Celendín tomó la decisión de destituir al Comité de construcción del templo de la Inmaculada. Ojalá las obras se agilicen y cuanto antes se concluyan.
       El domingo, los medios de comunicación se hacían eco de noticias económicas positivas. El Perú, Colombia, Chile y México, por este orden, encabezan las expectativas de crecimiento económico. ¡Cómo no alegrarse! Pero la alegría será más plena cuando el crecimiento redunde especialmente en la vida de los más desfavorecidos, haciendo bajar a mayor ritmo las cifras de pobreza que aún se dan. Sin la búsqueda de equidad social y respeto al medio ambiente, el crecimiento tiene carencias éticas y potencia las desigualdades.
       El lunes tuvimos reunión con los jóvenes de la Casa Hogar de estudiantes. Recordar los objetivos, compartir su visión, aclarar principios y animar a poner empeño en el buen funcionamiento de la casa fueron los ingredientes de la reunión, que se desarrolló en un clima de cordialidad y escucha.
 
 
Retiro personal en Huasmín.
El martes, viendo que no había apenas actividades pastorales programadas, me lo he tomado como día de retiro. La casa parroquial de Huasmín me ha servido de lugar idóneo para estar en soledad y silencio, disfrutando de la oración, la reflexión, la tranquilidad, la lectura, la contemplación de la naturaleza, la mirada a mi vida personal y pastoral… Me sentía un privilegiado disfrutando de esa experiencia.
 
  Por el camino, a través de la radio del carro, iba escuchando que el grupo de trabajo de Derechos Humanos del Congreso había vuelto a nombrar como presidenta a Martha Chávez. No cabe mayor insensibilidad. Un nombramiento así demuestra el estilo de los parlamentarios que tenemos. Deprimente. Menos mal que horas después (supongo que por vergüenza ante la presión popular) dicho grupo ha sido desactivado.
       En medio de todo esto, estamos preparando la próxima reunión diocesana de sacerdotes y religiosas, de la que nuestro decanato es responsable. Vamos a tratar el tema del medio ambiente y el desarrollo. Haremos una fundamentación teológica y tendremos un panel con participación de empresarios, alcaldes, ambientalistas, líderes campesinos  y representación eclesial.
       Así es la vida. Sucesos, encuentros, sentimientos, tareas… Pequeñas gotas que van formando el río de nuestra existencia personal que desemboca en el amplio mar del acontecer comunitario. Miramos la vida desde la fe, para descubrir el paso de Dios que nos interpela, sembrar en ella valores evangélicos y saborear cada momento con intensidad para convertirlo en eterno.
                                                                Antonio Sáenz Blanco

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