La festividad de Todos los Santos, la conmemoración de los
fieles difuntos, el evangelio del pasado domingo, desde el episodio de la mujer
“matamaridos” y muchos textos litúrgicos de estos últimos días, nos llevan a
pensar en lo que llamamos “vida eterna”, algo que nos cuesta mucho explicar y
entender. Sabemos que no es un simple revivir, la identificamos con el Cielo,
la colocamos más allá de la muerte y poco más solemos decir. Sin embargo es una
afirmación de nuestro Credo, en el que expresamos nuestra fe en un Dios de
vivos, no de muertos, que nos llama
permanentemente a la vida. Nuestra fe en
la vida eterna no nos lleva a desentendernos de la historia, sino, al
contrario, a meternos de lleno en la vida presente, procurando ir anticipando
la nueva que anhelamos, dándose así una continuidad, no una ruptura.
Cada día nos trae mucha vida, no necesariamente
caracterizada por acontecimientos espectaculares, sino, más bien, por sucesos
variados y experiencias sencillas, que le van dando sabor. En los últimos días
he participado de un cóctel, como no puede ser de otra manera, multicolor. El sábado tuvimos la visita de nuestro obispo Carmelo. Suele
ser ésta época de confirmaciones. 30 jóvenes han recibido este sacramento,
algunos junto a su bautismo y primera comunión. Ojalá la alegría que
manifestaban la noche del sábado vaya acompañada de su decisión de proseguir su
proceso de seguimiento de Jesús. La presencia del obispo nos dio ocasión de
poder compartir con él desde una mayor cercanía. A su paso por Celendín tomó la
decisión de destituir al Comité de construcción del templo de la Inmaculada.
Ojalá las obras se agilicen y cuanto antes se concluyan.
El domingo, los medios de comunicación se hacían eco de
noticias económicas positivas. El Perú, Colombia, Chile y México, por este
orden, encabezan las expectativas de crecimiento económico. ¡Cómo no alegrarse!
Pero la alegría será más plena cuando el crecimiento redunde especialmente en
la vida de los más desfavorecidos, haciendo bajar a mayor ritmo las cifras de
pobreza que aún se dan. Sin la búsqueda de equidad social y respeto al medio
ambiente, el crecimiento tiene carencias éticas y potencia las desigualdades.
El lunes tuvimos reunión con los jóvenes de la Casa Hogar de
estudiantes. Recordar los objetivos, compartir su visión, aclarar principios y
animar a poner empeño en el buen funcionamiento de la casa fueron los
ingredientes de la reunión, que se desarrolló en un clima de cordialidad y
escucha.
El martes, viendo que no había apenas actividades pastorales
programadas, me lo he tomado como día de retiro. La casa parroquial de Huasmín
me ha servido de lugar idóneo para estar en soledad y silencio, disfrutando de
la oración, la reflexión, la tranquilidad, la lectura, la contemplación de la
naturaleza, la mirada a mi vida personal y pastoral… Me sentía un privilegiado
disfrutando de esa experiencia.
Retiro personal en Huasmín. |
Por el camino, a través de la radio del carro,
iba escuchando que el grupo de trabajo de Derechos Humanos del Congreso había
vuelto a nombrar como presidenta a Martha Chávez. No cabe mayor insensibilidad.
Un nombramiento así demuestra el estilo de los parlamentarios que tenemos.
Deprimente. Menos mal que horas después (supongo que por vergüenza ante la
presión popular) dicho grupo ha sido desactivado.
En medio de todo esto, estamos preparando la próxima reunión
diocesana de sacerdotes y religiosas, de la que nuestro decanato es
responsable. Vamos a tratar el tema del medio ambiente y el desarrollo. Haremos
una fundamentación teológica y tendremos un panel con participación de
empresarios, alcaldes, ambientalistas, líderes campesinos y representación eclesial.
Así es la vida. Sucesos, encuentros, sentimientos, tareas…
Pequeñas gotas que van formando el río de nuestra existencia personal que
desemboca en el amplio mar del acontecer comunitario. Miramos la vida desde la
fe, para descubrir el paso de Dios que nos interpela, sembrar en ella valores
evangélicos y saborear cada momento con intensidad para convertirlo en eterno.
Antonio Sáenz Blanco
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