jueves, 31 de octubre de 2013

CUATRO EN DOS AÑOS, ¿ALGUIEN DA MÁS?

Foto: Archivo El Comercio
El 29 de Octubre se confirmó lo que días antes era sólo un rumor: la caída del presidente del Consejo de Ministros, que arrastra consigo a todo su equipo. Ya van ¡4 gabinetes en dos años! Si no es record mundial no estará muy lejos. Hay un dato aún más preocupante y es que los cuatro premieres no tienen un estilo parecido. Se comenzó con Salomón Lerner, hombre del mundo de la cultura, con una mentalidad de izquierda; le siguió “el pistolero” Valdés, hombre de mano dura militar, vino Juan Jiménez, que promovió el diálogo entre las diversas fuerzas políticas y ahora llega, desde las regiones, César Villanueva. Tanta diversidad manifiesta que el Presidente no tiene un rumbo definido para el Perú. La verdad es que esto se manifestó desde antes de llegar a serlo, cuando, para la segunda vuelta electoral, cambió su programa de “La gran transformación” por “La hoja de ruta”, lo que causó alegría a los más poderosos y desconsuelo a los más pobres. Efectivamente, en la actualidad es un presidente de gobierno aplaudido por los que no le votaron, los que le temían y, al contrario,  cada vez cuenta con menos aceptación por parte de los que le auparon al poder, a los que intenta poner de su parte con programas sociales de corte muy asistencialista. Es claro que el país está falto de orientación.
Esta situación de cambios frecuentes y repentinos es, de alguna manera, reflejo del país, donde hay mucha improvisación. Se vive mucho al día. No hay sentido del ahorro; no se hacen proyectos a largo plazo; los candidatos que se presentan  por un partido de derechas, a los cuatro años están en la otra esquina; hay cambios frecuentes de las personas que están al frente de las instituciones… Definitivamente, lo imprevisible está muy metido en nuestra manera de vivir. Hay una expresión que refleja con mucho acierto esta realidad: “de repente”. Sí, en el “de repente” se abre un abanico de posibilidades: “bueno, ya veremos”, “es posible”, “a ver qué pasa mañana”, “¿cómo será?”… ¿Será esto expresión de que la inseguridad es algo que va unido a la vida de los pobres? Lo cierto es que esto va en consonancia con un principio de la postmodernidad que invita a vivir el día a día sin más complicaciones.
Desde esta realidad considero que ayuda a dar estabilidad a las instituciones y a las personas elaborar proyectos que marquen la ruta a seguir. Eso contribuirá a que las instituciones no tengan una dependencia excesiva de quienes las presiden en cada momento; si hay una orientación marcada y unas prioridades establecidas, vengan quien venga no habrá rupturas, sino continuidad creativa, que no es lo mismo que continuismo.
Por supuesto que esto también vale para la vida eclesial. Es muy positivo que tanto la diócesis como las parroquias elaboren su plan pastoral, donde se marquen objetivos, prioridades y actividades que los hagan posibles. Eso le va a dar un estilo concreto a la comunidad.
Asimismo es importante que, a nivel personal, tengamos claro qué queremos hacer de nuestra vida, cómo queremos vivirla. Para eso es necesario detenernos de vez en cuando, pues, si no lo hacemos, iremos dando tumbos, sin sentido, sin orientación, a expensas de la moda, las costumbres, el qué dirán o cualquier otra circunstancia que no nos deje ser dueños de nuestro propio destino.

Antonio Sáenz Blanco

miércoles, 30 de octubre de 2013

SEÑOR DE LOS MILAGROS ¿UNA HISTORIA TRAICIONADA?


Millares de ojos, brillantes. Con fe. Hábitos morados sobre sus cuerpos, cirios, incienso, altares  en las calles, banda de músicos y simultáneamente cantando “Señor de los Milagros, a ti venimos en procesión, tus fieles devotos a implorar tu bendición…” miles de personas se congregan a rendir homenaje año tras año, a esta sagrada imagen que recorre las calles de Lima sólo en octubre. Desde la capital, la devoción se ha extendido por todo el país. En Celendín, se celebra esta festividad en el barrio del Rosario y los caseríos  del El Milagro y la Conga de Molinopampa.

El Señor de los Milagros no conoce fronteras de clases o razas, pobres y ricos, negros, blancos, mestizos. No importa la edad, la profesión, el cargo político, institución, género; todos se dan cita a esta multitudinaria ceremonia.

Nos preguntamos: ¿será este el Señor liberador de pobres, maltratados y sufridos? Según la tradición, a mediados del siglo XVII, en un rancherío de Pachacamilla, lugar a las afueras de la Lima virreinal, vivían esclavos negros traídos de Angola y otros rincones del África. De noche se congregaban para cantar, bailar y orar frente a una imagen del crucificado, que uno de ellos había pintado en un muro de adobes. Las autoridades coloniales se alarmaron, con la fuerza militar y eclesiástica intentaron acabar con ese culto popular, pero no lo lograron. Lo más significativo es una mutación a nivel simbólico. El Señor de los esclavos ha pasado a ser el Señor de todas las razas y clases. Es la raza negra esclavizada la que dio origen a esta veneración, la raza negra de ese  entonces.

Ahora es el Señor de todas las razas. El no ve razas. El Señor de los Milagros es ahora de todos los peruanos. ¡Efectivamente!. Pero sólo en el culto, en el rito y la procesión, más no en la fe hecha vida. En el Perú, así como en otros países del mundo, los pobres, los maltratados, enfrentan la discriminación en su vida cotidiana. Sufren la intolerancia, el rechazo, la exclusión, la injusticia y la violencia que se expresa a través de palabras, miradas, gestos, actitudes, omisiones y hasta la negación de lo más elemental, de sus derechos humanos. Vale la pena ilustrar con dos ejemplos de lo tremendamente racistas que somos en este país: hace unos años, el padre de la lideresa del PPC, Lourdes Flores, insultó al candidato y después presidente, Alejandro Toledo, llamándolo “auquénido de Harvard” (=llama, alpaca, guanaco, vicuña de la universidad de Harvard). Estos días, al parecer, algunos ciudadanos limeños han hecho lo mismo con la actriz ayacuchana Magaly Solier, diciéndole “¿Qué tienes que mostrar? Guanaca por qué no te regresas a tu tribu a rascar la tierra”, calificándola también de  “atorrante” (mujer desfachatada, desvergonzada) (Pg. Web Perú 21, octubre 2013). Es un odio racista, sexista y regionalista.

Tampoco el Perú es de todos los peruanos, son dueños unos cuantos privilegiados, un grupo selecto, las grandes empresas mineras y extractivas, los que poseen poder económico, político, militar y otros. Hoy mucho más el mundo sigue siendo “ancho y ajeno”, como bien titula el escritor peruano Ciro Alegría a una de sus célebres obras.

¿Qué decir de las Instituciones estatales, de las que sus miembros rinden homenaje a la sagrada imagen? El Congreso es considerado como la expresión de mayor corrupción. El 18 de octubre, renovaron su fe y rindieron homenaje al Cristo Morado. El Poder Ejecutivo, hizo lo mismo en el frontis de Palacio de Gobierno, y sus manos están manchadas de sangre. En Celendín el actual gobierno es responsable de la muerte de cinco humildes ciudadanos. Tres expresidentes están en el ojo de la tormenta. Fujimori, condenado por asesino, ladrón y corrupto. Toledo, con delitos cometidos a través de traspasos de dinero y compra de inmuebles que no puede justificar. García, que arrastra investigaciones, denuncias y pruebas de cargos sobre actos de corrupción, enriquecimiento ilícito y haber indultado a miles de narcotraficantes, previo pago; que para nuestra sorpresa, promulgó en el 2010, la Ley N° 29602 que consagra a la imagen del Señor de los Milagros como Patrono de la Espiritualidad Católica del Perú.

Igual le rinden homenaje los Poderes: Judicial y la Policía, percibidos como altamente corruptos. Los gobiernos locales y regionales, que no son transparentes, ni rinden cuentas del dinero del pueblo que administran.

“Todo el Perú te quiere, Señor de los Milagros”, fueron las palabras con las cuales el cardenal Juan Luis Cipriani le dio la bienvenida a la tradicional imagen el 18 de octubre en la Av. Tacna, y paradójicamente desprecia los derechos humanos de los maltratados, diciendo que son “una cojudez” (Rev ideele N° 115, febrero 1999)

En la devoción al Cristo Morado  hay dos rutas dice Diego Irarrázaval, en su libro “Rito y Pensar Cristiano” (CEP 1993): “El primer camino pertenece a los “de arriba”. La procesión es una masa de individuos y en ella se simboliza la sujeción de lo popular de las clases dominantes. Los grupos de poder transforman la fe del pobre en un culto policlasista  y nacional. El Dios venerado hace favores -en una modalidad mágica- a individuos, y es el fundamento del “orden social”. En un plano idealista –que algunos llamarán “de fe”- hay una conciliación entre el maltratado y el opresor.” “…Un segundo camino pertenece a los “de abajo”. La procesión es un acto de masas, en que los maltratados, al acompañar a Cristo, expresan su anhelo colectivo de liberación. En esta expresión de fe hay una resistencia simbólica al orden social impuesto sobre ellos, y a la vez, una manifestación pública de fidelidad a la voluntad liberadora del  Padre… El pueblo crucificado hace también súplicas concretas y celebra la fuerza que da el Espíritu”.

Según el testimonio del Médico Patcy Arce (José Gálvez-Celendín) “la motivación de los que   acompañan al Señor de los Milagros son dos, unas veces de súplica y otras de agradecimiento por acontecimientos inexplicables ocurridos en sus vidas”.

Para terminar, el Señor Crucificado nos vuelve a decir  en Lc 11,37ss: “Esto hay que hacer sin omitir…”  “No vuelvan a traerme ofrendas vacías, cuya humareda me resulta insoportable…Cuando extienden las manos para orar, aparto mi vista, aunque hagan muchas oraciones, no las escucho, pues tienen las manos manchadas de sangre. Lávense, purifíquense; aparten de mi vista sus malas acciones. Dejen de hacer el mal, aprendan hacer el bien. Busquen el derecho, protejan al oprimido, socorran al huérfano, defiendan a la viuda” Is 1,10ss.

“Ay de ustedes fariseos que pagan el diezmo de la menta, del té, y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor a Dios” Lc 11,37ss.

“Ámense unos a otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” Jn 15,13.

Nos dice también que seremos juzgados por nuestras actitudes de amor o indiferencia ante los necesitados (los hambrientos, sedientos, extranjeros, desnudos, enfermos, encarcelados) Mt 25,31-46. Los devotos del Señor de los Milagros son aquellos que lo reconocen en el pobre, en el necesitado.

Finalmente escuchamos al apóstol Pablo que nos recuerda: “Tengan los mismos sentimientos que corresponde a quienes están unidos a Cristo Jesús. El cual no se aferró a su categoría de Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo (servidor) y se hizo semejante a los hombres” Fil 2,5-7.


                                                                 Lázaro Jara Paredes

 

lunes, 28 de octubre de 2013

PRIMERAS COMUNIONES EN CELENDÍN.


El domingo 27 de Octubre ha sido un día importante para nuestra comunidad cristiana. 74 niños y adolescentes han participado por primera vez de modo pleno en la Eucaristía recibiendo su primera comunión; 12 de ellos también fueron bautizados en la misma celebración. A esto se une que el 9 de Noviembre algo más de 20 jóvenes recibirán el sacramento de la confirmación, dos de ellos también su bautismo y algunos más del grupo también su primera comunión.

Recuerdo que, al menos años atrás, las tarjetas de recuerdo del día de la comunión lo calificaban como “el día más feliz de mi vida”. En ninguno de los recordatorios que algunos chicos me han dado este año he encontrado esa frase, pero sus rostros al terminar la celebración sí indicaban que estaban contentos. Definitivamente podemos decir que es un día feliz. Yo les felicito por ello. Personalmente lo viví también con alegría, igual que sus padres y la comunidad en general. Me llamó la atención el interés con que los padres se han movido durante los últimos días para que todo estuviera a punto. Ojalá mantengan esa disponibilidad en todo lo que concierne a su educación, por supuesto también en el terreno de la fe.
La misma tarde de la celebración, dando un paseo por el campo, alrededor de Celendín, pensaba si estaríamos haciendo las cosas bien. No me refería a la preparación material de la celebración (flores, ropa, cantos, comidas…), sino a algo más profundo que se podría formular así: Algo tan importante y decisivo en la vida de una persona como recibir el bautismo o participar en la comunión ¿puede ponerse al alcance de niños y adolescentes que están entre 12 y 15 años de edad? En la homilía compartía estas inquietudes con la comunidad. Y me atreví a hacer esta pregunta: ¿Qué diríamos si uno de esos chicos nos dijese “hoy me caso”? Nos parecería algo impensable, una locura. ¿Por qué? No porque el matrimonio sea malo, sino por considerar que es una realidad para la que aún no está preparado por su edad. ¿No habría que pensar lo mismo respecto al bautismo y la eucaristía?
Bautismo y Eucaristía suponen decisiones que marcan un rumbo concreto a la existencia; manifiestan una apuesta por Jesús. El bautismo nos incorpora a su caminar, a su seguimiento y nos hace miembros de la familia de los creyentes, la Iglesia. Y es que el seguimiento de Jesús es personal, pero no individual, sino comunitario. Por otra parte, la eucaristía nos identifica plenamente con Él. Recibimos un pan que se entrega, un pan que expresa la vida de Jesús. Comulgar es hacerse uno con Él, que vivió haciendo el bien. Tanto el bautismo como la comunión son una apuesta por la vida en todas sus facetas, por el medio ambiente, referido a la naturaleza y por el ambiente entero en lo que toca a la vida de las personas, con especial preocupación por los más débiles.
Todo esto tiene una carga teológica y vivencial que sobrepasa la capacidad de los chibolos. Pero también es cierto que ambos sacramentos, junto con la confirmación, marcan la iniciación cristiana. Ésta es parte del proceso de fe de la persona. Es este proceso  el que hay que garantizar. Que la parroquia ofrezca los cauces y el acompañamiento adecuados y tanto los niños como sus papás continúen en este proceso que les lleve a afirmar lo iniciado.

Antonio Sáenz Blanco

Compartimos con ustedes las fotos de este gran día.















 

sábado, 26 de octubre de 2013

IMPULSAR LA RENOVACIÓN EVANGÉLICA.


Querido hermano Francisco:

Desde que fuiste elegido para ser la humilde “Roca” sobre la que Jesús quiere seguir construyendo hoy su Iglesia, he seguido con atención tus palabras.
Ahora, acabo de llegar de Roma, donde te he podido ver abrazando a los niños, bendiciendo a enfermos y desvalidos y saludando a la muchedumbre
Dicen que eres cercano, sencillo, humilde, simpático… y no sé cuántas cosas más.
Pienso que hay en ti algo más, mucho más. Pude ver la Plaza de San Pedro y la Via della Conciliazione llena de gentes entusiasmadas. No creo que esa muchedumbre se sienta atraída solo por tu sencillez y simpatía.
 En pocos meses te has convertido en una “buena noticia” para la Iglesia e, incluso, más allá de la Iglesia. ¿Por qué? Casi sin darnos cuenta, estás introduciendo en el mundo la Buena Noticia de Jesús.
Estás creando en la Iglesia un clima nuevo, más evangélico y más humano. Nos estás aportando el Espíritu de Cristo. Personas alejadas de la fe cristiana me dicen que les ayudas a confiar más en la vida y en la bondad del ser humano. Algunos que viven sin caminos hacia Dios me confiesan que se ha despertado en su interior una pequeña luz que les invita a revisar su actitud ante el Misterio último de la existencia.
Yo sé que en la Iglesia necesitamos reformas muy profundas para corregir desviaciones alimentadas durante muchos siglos, pero estos últimos años ha ido creciendo en mí una convicción. Para que esas reformas se puedan llevar a cabo, necesitamos previamente una conversión a un nivel más profundo y radical.
Necesitamos, sencillamente, volver a Jesús, enraizar nuestro cristianismo con más verdad y más fidelidad en su persona, su mensaje y su proyecto del Reino de Dios.
Por eso, quiero expresarte qué es lo que más me atrae de tu servicio como Obispo de Roma en estos inicios de tu tarea.
Yo te agradezco que abraces a los niños y los estreches contra tu pecho. Nos estás ayudando a recuperar aquel gesto profético de Jesús, tan olvidado en la Iglesia, pero tan importante para entender lo que esperaba de sus seguidores. Según el relato evangélico, Jesús llamó a los Doce, puso a un niño en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me está acogiendo a mí”.
Se nos había olvidado que en el centro de la Iglesia, atrayendo la atención de todos, han de estar siempre los pequeños, los más frágiles y vulnerables. Es importante que estés entre nosotros como “Roca” sobre la que Jesús construye su Iglesia, pero es tan importante o más que estés en medio de nosotros abrazando a los pequeños y bendiciendo a los enfermos y desvalidos, para recordarnos cómo acoger a Jesús. Este gesto profético me parece decisivo en estos momentos en que el mundo corre el riesgo de deshumanizarse desentendiéndose de los últimos.
Yo te agradezco que nos llames de forma tan reiterada a salir de la Iglesia para entrar en la vida donde la gente sufre y goza, lucha y trabaja: ese mundo donde Dios quiere construir una convivencia más humana, justa y solidaria.
Creo que la herejía más grave y sutil que ha penetrado en el cristianismo es haber hecho de la Iglesia el centro de todo, desplazando del horizonte el proyecto del Reino de Dios.
Juan Pablo II nos recordó que la Iglesia no es el fin de sí misma, sino solamente “germen, signo e instrumento del Reino de Dios”, pero sus palabras se perdieron entre otros muchos discursos.
Ahora se despierta en mí una alegría grande cuando nos llamas a salir de la “autor-referencialidad” para caminar hacia las “periferias existenciales”, donde nos encontramos con los pobres, las víctimas, los enfermos, los desgraciados…
Disfruto subrayando tus palabras: “Hemos de construir puentes, no muros para defender la fe”; necesitamos “una Iglesia de puertas abiertas, no de controladores de la fe”; “la Iglesia no crece con el proselitismo, sino por la atracción, el testimonio y la predicación”. Me parece escuchar la voz de Jesús que, desde el Vaticano, nos urge: “Id y anunciar que el Reino de Dios está cerca”, “id y curad a los enfermos”, “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”.
Te agradezco también tus llamadas constantes a convertirnos al Evangelio. Qué bien conoces a la Iglesia. Me sorprende tu libertad para poner nombre a nuestros pecados. No lo haces con lenguaje de moralista, sino con fuerza evangélica: las envidias, el afán de hacer carrera y el deseo de dinero; “la desinformación, la difamación y la calumnia”; la arrogancia y la hipocresía clerical; la “mundanidad espiritual” y la “burguesía del espíritu”; los “cristianos de salón”, los “creyentes de museo”, los cristianos con “cara de funeral”.
 Te preocupa mucho “una sal sin sabor”, “una sal que no sabe a nada”, y nos llamas a ser discípulos que aprenden a vivir con el estilo de Jesús.
No nos llamas solo a una conversión individual. Nos urges a una renovación eclesial, estructural. No estamos acostumbrados a escuchar ese lenguaje. Sordos a la llamada renovadora del Vaticano II, se nos ha olvidado que Jesús invitaba a sus seguidores a “poner el vino nuevo en odres nuevos”.
Por eso, me llena de esperanza tu homilía de la fiesta de Pentecostés: “La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida, según nuestros esquemas, seguridades y gustos… Tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos”.
Por eso nos pides que nos preguntemos sinceramente:“¿Estamos abiertos a las sorpresas de Dios o nos encerramos con miedo a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta?”. Tu mensaje y tu espíritu están anunciando un futuro nuevo para la Iglesia.
Quiero acabar estas líneas expresándote humildemente un deseo. Tal vez no podrás hacer grandes reformas, pero puedes impulsar la renovación evangélica en toda la Iglesia. Seguramente, puedes tomar las medidas oportunas para que los futuros obispos de las diócesis del mundo entero tengan un perfil y un estilo pastoral capaz de promover esa conversión a Jesús que tú tratas de alentar desde Roma.
Francisco, eres un regalo de Dios. ¡Gracias!

José Antonio Pagola, Sacerdote y teólogo vasco.

 

miércoles, 16 de octubre de 2013

EL SILENCIO ENGENDRA CONVICCIONES


          El pasado fin de semana tuvo en la parroquia un tono multicolor. Personalmente participé en una variedad de encuentros que, aunque me llevaron un poco de cabeza por la marcha de reloj, fueron enriquecedores: Reunión mensual de catequistas rurales, participación en el programa radial semanal de la parroquia “Celebrando la vida”, donde a los sacerdotes se nos invita a compartir la reflexión sobre el evangelio del domingo, visita a los grupos catequéticos de niños y adolescentes, coordinación con los animadores, reflexión con los matrimonios de Bodas de Caná sobre el Concilio Vaticano II, un entierro y varias misas más… A todo ello se unió la participación en una mañana de retiro con el grupo de Laicas Vedrunas.  Sobre esto me quiero detener.
          Estuvimos la mañana y parte de la tarde del domingo en Santa Rosa. El recinto de la escuela, donde hay una losa deportiva y la pequeña capilla de esa comunidad, fue nuestro lugar de desierto.  10 mujeres del grupo, laicas y religiosas,  María del Pilar, la hijita de una de ellas (de las primeras, por si acaso), y yo componíamos el grupo. El tema propuesto era ahondar en la Iglesia hoy desde los valores del reino.
       La acción en sí ya es positiva desde su origen. Me refiero a que eso de retirarse es no sólo bueno, sino que me atrevería a calificarlo de necesario. Nada hay más importante para la persona que su propia vida. Es el mayor tesoro que poseemos. Hay que cuidarla. Para eso es importante darle la orientación adecuada. Y para los cristianos la orientación viene marcada por una persona: Jesús de Nazaret. Conocerlo a Él “es lo mejor que nos ha pasado en nuestra vida”, dijeron los obispos en Aparecida. En coherencia con esta afirmación, necesitamos espacios que hagan posible la experiencia de encuentro con Él, la fuente de nuestra vida, donde encontramos sentido a nuestra existencia. Es importante detenernos de vez en cuanto y mirarnos en profundidad para disfrutar con los aciertos y corregir los rumbos equivocados. Es claro que cuando esta experiencia es comunitaria, se produce la magia de la ayuda mutua, pues el otro me permite ver lo que yo  no veo.
    Estoy convencido de que quien más se beneficia de estos encuentros es la persona a la que le toca dirigir la reflexión, pues tiene que dedicarle a ello bastante tiempo de preparación. En este caso fui yo el afortunado.
    El tema era muy atrayente. Dividimos la mañana en dos momentos. Tras un canto que nos puso en onda y un breve comentario sobre el evangelio del día, abrimos un primer momento de reflexión y oración centrándonos en la ocupación fundamental de Jesús: el reino y sus valores. En un segundo momento pasamos, apoyados en las palabras y el testimonio del papa Francisco (¡vaya regalazo que nos ha tocado!), a compartir qué rasgos deben caracterizar a la Iglesia hoy para que pueda acompañar a las personas en estos momentos de la historia. En seis resumimos nuestros aportes: orante, profética, samaritana, comunitaria, renovada y encarnada. Tomamos conciencia de que construir una Iglesia así es tarea de todos los que la formamos. Llegar a estas conclusiones no fue fruto de un estudio racional o de discusiones intelectuales, sino de un mirar desde el silencio. Éste no es ausencia de palabras, sino el espacio de escucha, de hondura, de encuentro, de acogida, de gratuidad, de compromiso, de asumir otras visiones, de aprender a mirar y vivir como Jesús. El silencio no es huida de la realidad, sino lugar que permite tomar las grandes decisiones.  Así lo experimentó Jesús, así lo vivió María.
                                                                                           Antonio Sáenz



 

lunes, 7 de octubre de 2013

SÍ SON POSIBLES OTRO MUNDO Y OTRA IGLESIA

Todo da a entender que los gestos y palabras del Papa Francisco están siendo acogidos con entusiasmo por  una gran mayoría de personas, no sólo de Iglesia, sino del mundo en general, al menos de Occidente, que es lo que más conocemos.

Mucho se habla de las reformas que precisa la Iglesia para ser referencia en el mundo actual. Estoy seguro que se irán dando, pues el pueblo las demanda y el Papa es sensible a ello cuando habla de comunión no sólo con la jerarquía sino con todo el pueblo de Dios. Pero yo pongo el acento en la vida pública y ahí destaco dos intervenciones. Pienso que sus fuertes palabras con motivo de lo que parecía un inminente ataque estadounidense a Siria han tenido un efecto disuasorio. No creo que su sola intervención haya paralizado el ataque previsto, pero no dudo que algo haya podido influir.

El otro aspecto a destacar son sus manifestaciones en la isla de Cerdeña. Ahí va una perla: “El actual sistema económico nos está llevando a una tragedia. Vivimos las consecuencias de una decisión mundial, de un sistema económico que tiene en el centro a un ídolo que se llama dinero. Pero Dios ha querido que en el centro estén el hombre y la mujer y que lleven adelante el mundo con su trabajo. ¡Pero aquí manda el dinero!... Los ídolos del dinero nos están robando la dignidad… Perdonad si estas palabras son un poco fuertes, pero digo la verdad: la falta de trabajo te lleva a sentirte sin dignidad. ¡Donde no hay trabajo no hay dignidad! Y esta tragedia es la consecuencia de un sistema económico que ha puesto en el centro a un ídolo que se llama dinero”.

Considero que el mundo actual está necesitado de líderes inconformistas que vislumbren un nuevo amanecer y hagan resurgir la esperanza. Me da la impresión que nuestro Francisco reúne las condiciones para ser uno de ellos.

Él fue el que presidió la comisión redactora del documento de Aparecida, donde se recogen las reflexiones de la Iglesia Latinoamericana y del Caribe.   Conociendo el documento y desde los pasos que el Papa está comenzando a dar, seguro estoy que se vienen tiempos nuevos para la Iglesia y la humanidad.

Antonio Sáenz Blanco