¡Qué gozada! ¡Cuánto he
disfrutado en la primera lectura de la exhortación “La Alegría del Evangelio”! Toca ahora
releerla con detenimiento, analizarla, dejarse interpelar para ir haciéndola
vida.
Es un adviento, un viento que va
hacia… la vida. Se hace realidad el sueño de Isaías que recoge Lc. 4,18: “se
anuncian buenas nuevas a los pobres”.
En clave dialéctica, destaco algunos
acentos que me parecen significativos y que indudablemente señalan una ruta y
apuestan por un estilo. Papa Francisco. |
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Lenguaje accesible, sencillo, popular, antes que
técnico.
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Los demás por encima de los propios intereses.
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La vida se acrecienta dándola, no encerrándose
en el aislamiento y la comodidad.
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Mejor sumar que restar.
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Misericordia y amor por encima del juicio.
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Más reino que iglesia.
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Más Jesús que Papa.
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Más fuera que dentro.
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Mejor una iglesia accidentada que enferma.
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Más teología y menos moralismo.
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Más evangelio que catecismo.
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Más pascua que cuaresma.
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La gracia es más fuerte que el pecado.
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De una pastoral de mantenimiento a situarse en
clave de misión.
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Olor a oveja y no a perfume de despacho.
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Optimismo mejor que pesimismo paralizante.
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Arriesgarse desde la dimensión social del
evangelio en lugar de privacidad cómoda.
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Mayor atención a responder a la sed de Dios que
al ateísmo.
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Compromisos fraternos antes que experiencias
subjetivas sin rostro.
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Facilitar el acceso a la gracia por encima de
controles.
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Iglesia casa, no aduana.
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Iglesia: Antes pueblo que institución orgánica y
jerárquica.
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Alegrarse con los frutos ajenos para combatir la
envidia.
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Sí a la unidad; no a celos, divisiones e
imposición de las propias ideas.
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Sí al diálogo; no a la imposición.
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Antes la persona que el dinero.
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Los pobres antes que los ricos.
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No a un sistema económico que en lugar de dar
vida, mata.
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No al sistema globalizado del descarte y el
derrame; sí a la inclusión y a la equidad.
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Pasar de la dictadura de la economía consumista
a una economía con orientación antropológica.
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El dinero es para servir, no para gobernar.
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Las periferias antes que el centro.
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Más acento en la
justicia y la caridad que en la
templanza.
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Más preocupación por la situación de los pobres que por la de la
bolsa.
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La sinodalidad antes que lo individual.
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Los pastores, que son minoría, al servicio de
los laicos, la gran mayoría.
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La promoción social y la formación de los fieles
antes que cierto cristianismo de devociones.
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Conectar e integrar antes que aislar y proteger.
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Conversión pastoral y misionera para desterrar
el “siempre se ha hecho así”.
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Entusiasmo misionero y no realización de tareas
forzadas.
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Pocos preceptos, para que la religión sea un
ejercicio de libertad y no una esclavitud.
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Dar la vida por los demás es preferible a
aferrarse a seguridades económicas, o a espacios de poder y de gloria humana.
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En la pastoral más atención a las personas que a
la organización.
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Fervor espiritual sí; fanatismo no
·
Audacia por encima de dudas y temores.
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Toda palabra en la Escritura es don antes que exigencia.
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Dejarse penetrar por la Palabra antes de
transmitirla.
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Que
el anuncio del kerigma exprese el amor
salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa.
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Respetar
la libertad antes que imponer la verdad.
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Ser alegres mensajeros de propuestas
superadoras, custodios del bien y la belleza antes que expertos en diagnósticos
apocalípticos u oscuros jueces que se ufanan en detectar todo peligro o
desviación.
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Peregrinos sí, errantes no.
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Dejarse evangelizar antes de evangelizar.
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Renovación, no mantenimiento.
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Aprender de los pobres antes que enseñarles.
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Privilegiar los tiempos de los procesos a los
espacios de poder.
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Unidad por encima del conflicto.
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La realidad es más importante que la idea.
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El todo es superior a la parte.
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La fe no debe temer a la razón, sino buscarla y
confiar en ella.
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Confianza en el compañero de camino en lugar de
recelos.
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No es lo mismo tratar de construir el mundo con
el Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón.
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Dar razón de nuestra esperanza con dulzura y
respeto, no señalando y condenando.
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Ser hombres y mujeres de pueblo y no príncipes
que miran despectivamente.
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La fecundidad prevalece por encima de la cuenta
de resultados.
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El Espíritu escapa a cálculos y controle
Papa Francisco acariciando a un niño. |
Antonio
Sáenz Blanco