lunes, 28 de octubre de 2013

PRIMERAS COMUNIONES EN CELENDÍN.


El domingo 27 de Octubre ha sido un día importante para nuestra comunidad cristiana. 74 niños y adolescentes han participado por primera vez de modo pleno en la Eucaristía recibiendo su primera comunión; 12 de ellos también fueron bautizados en la misma celebración. A esto se une que el 9 de Noviembre algo más de 20 jóvenes recibirán el sacramento de la confirmación, dos de ellos también su bautismo y algunos más del grupo también su primera comunión.

Recuerdo que, al menos años atrás, las tarjetas de recuerdo del día de la comunión lo calificaban como “el día más feliz de mi vida”. En ninguno de los recordatorios que algunos chicos me han dado este año he encontrado esa frase, pero sus rostros al terminar la celebración sí indicaban que estaban contentos. Definitivamente podemos decir que es un día feliz. Yo les felicito por ello. Personalmente lo viví también con alegría, igual que sus padres y la comunidad en general. Me llamó la atención el interés con que los padres se han movido durante los últimos días para que todo estuviera a punto. Ojalá mantengan esa disponibilidad en todo lo que concierne a su educación, por supuesto también en el terreno de la fe.
La misma tarde de la celebración, dando un paseo por el campo, alrededor de Celendín, pensaba si estaríamos haciendo las cosas bien. No me refería a la preparación material de la celebración (flores, ropa, cantos, comidas…), sino a algo más profundo que se podría formular así: Algo tan importante y decisivo en la vida de una persona como recibir el bautismo o participar en la comunión ¿puede ponerse al alcance de niños y adolescentes que están entre 12 y 15 años de edad? En la homilía compartía estas inquietudes con la comunidad. Y me atreví a hacer esta pregunta: ¿Qué diríamos si uno de esos chicos nos dijese “hoy me caso”? Nos parecería algo impensable, una locura. ¿Por qué? No porque el matrimonio sea malo, sino por considerar que es una realidad para la que aún no está preparado por su edad. ¿No habría que pensar lo mismo respecto al bautismo y la eucaristía?
Bautismo y Eucaristía suponen decisiones que marcan un rumbo concreto a la existencia; manifiestan una apuesta por Jesús. El bautismo nos incorpora a su caminar, a su seguimiento y nos hace miembros de la familia de los creyentes, la Iglesia. Y es que el seguimiento de Jesús es personal, pero no individual, sino comunitario. Por otra parte, la eucaristía nos identifica plenamente con Él. Recibimos un pan que se entrega, un pan que expresa la vida de Jesús. Comulgar es hacerse uno con Él, que vivió haciendo el bien. Tanto el bautismo como la comunión son una apuesta por la vida en todas sus facetas, por el medio ambiente, referido a la naturaleza y por el ambiente entero en lo que toca a la vida de las personas, con especial preocupación por los más débiles.
Todo esto tiene una carga teológica y vivencial que sobrepasa la capacidad de los chibolos. Pero también es cierto que ambos sacramentos, junto con la confirmación, marcan la iniciación cristiana. Ésta es parte del proceso de fe de la persona. Es este proceso  el que hay que garantizar. Que la parroquia ofrezca los cauces y el acompañamiento adecuados y tanto los niños como sus papás continúen en este proceso que les lleve a afirmar lo iniciado.

Antonio Sáenz Blanco

Compartimos con ustedes las fotos de este gran día.















 

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