El domingo 27 de Octubre ha sido un día importante para nuestra
comunidad cristiana. 74 niños y adolescentes han participado por primera vez de
modo pleno en la Eucaristía recibiendo su primera comunión; 12 de ellos también
fueron bautizados en la misma celebración. A esto se une que el 9 de Noviembre
algo más de 20 jóvenes recibirán el sacramento de la confirmación, dos de ellos
también su bautismo y algunos más del grupo también su primera comunión.
Recuerdo que, al menos años atrás, las tarjetas de recuerdo del día
de la comunión lo calificaban como “el día más feliz de mi vida”. En ninguno de
los recordatorios que algunos chicos me han dado este año he encontrado esa
frase, pero sus rostros al terminar la celebración sí indicaban que estaban
contentos. Definitivamente podemos decir que es un día feliz. Yo les felicito
por ello. Personalmente lo viví también con alegría, igual que sus padres y la
comunidad en general. Me llamó la atención el interés con que los padres se han
movido durante los últimos días para que todo estuviera a punto. Ojalá
mantengan esa disponibilidad en todo lo que concierne a su educación, por
supuesto también en el terreno de la fe.
La misma tarde de la celebración, dando un paseo por el campo,
alrededor de Celendín, pensaba si estaríamos haciendo las cosas bien. No me
refería a la preparación material de la celebración (flores, ropa, cantos,
comidas…), sino a algo más profundo que se podría formular así: Algo tan
importante y decisivo en la vida de una persona como recibir el bautismo o
participar en la comunión ¿puede ponerse al alcance de niños y adolescentes que
están entre 12 y 15 años de edad? En la homilía compartía estas inquietudes con
la comunidad. Y me atreví a hacer esta pregunta: ¿Qué diríamos si uno de esos
chicos nos dijese “hoy me caso”? Nos parecería algo impensable, una locura.
¿Por qué? No porque el matrimonio sea malo, sino por considerar que es una
realidad para la que aún no está preparado por su edad. ¿No habría que pensar
lo mismo respecto al bautismo y la eucaristía?
Bautismo y Eucaristía suponen decisiones que marcan un rumbo
concreto a la existencia; manifiestan una apuesta por Jesús. El bautismo nos
incorpora a su caminar, a su seguimiento y nos hace miembros de la familia de
los creyentes, la Iglesia. Y es que el seguimiento de Jesús es personal, pero
no individual, sino comunitario. Por otra parte, la eucaristía nos identifica
plenamente con Él. Recibimos un pan que se entrega, un pan que expresa la vida
de Jesús. Comulgar es hacerse uno con Él, que vivió haciendo el bien. Tanto el
bautismo como la comunión son una apuesta por la vida en todas sus facetas, por
el medio ambiente, referido a la naturaleza y por el ambiente entero en lo que
toca a la vida de las personas, con especial preocupación por los más débiles.
Todo esto tiene una carga teológica y vivencial que sobrepasa la
capacidad de los chibolos. Pero también es cierto que ambos sacramentos, junto
con la confirmación, marcan la iniciación cristiana. Ésta es parte del proceso
de fe de la persona. Es este proceso el
que hay que garantizar. Que la parroquia ofrezca los cauces y el acompañamiento
adecuados y tanto los niños como sus papás continúen en este proceso que les
lleve a afirmar lo iniciado.
Antonio Sáenz Blanco
Compartimos con ustedes las fotos de este gran día.
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