Millares
de ojos, brillantes. Con fe. Hábitos morados sobre sus cuerpos, cirios,
incienso, altares en las calles, banda
de músicos y simultáneamente cantando “Señor de los Milagros, a ti venimos en procesión,
tus fieles devotos a implorar tu bendición…” miles de personas se congregan a
rendir homenaje año tras año, a esta sagrada imagen que recorre las calles de
Lima sólo en octubre. Desde la capital, la devoción se ha extendido por todo el
país. En Celendín, se celebra esta festividad en el barrio del Rosario y los
caseríos del El Milagro y la Conga de
Molinopampa.
El Señor de los Milagros
no conoce fronteras de clases o razas, pobres y ricos, negros, blancos,
mestizos. No importa la edad, la profesión, el cargo político, institución,
género; todos se dan cita a esta multitudinaria ceremonia.
Nos
preguntamos: ¿será este el Señor liberador de pobres, maltratados y sufridos?
Según la tradición, a mediados del siglo XVII, en un rancherío de Pachacamilla,
lugar a las afueras de la Lima virreinal, vivían esclavos negros traídos de
Angola y otros rincones del África. De noche se congregaban para cantar, bailar
y orar frente a una imagen del crucificado, que uno de ellos había pintado en
un muro de adobes. Las autoridades coloniales se alarmaron, con la fuerza
militar y eclesiástica intentaron acabar con ese culto popular, pero no lo lograron.
Lo más significativo es una mutación a nivel simbólico. El Señor de los
esclavos ha pasado a ser el Señor de todas las razas y clases. Es la raza negra
esclavizada la que dio origen a esta veneración, la raza negra de ese entonces.
Ahora es
el Señor de todas las razas. El no ve razas. El Señor de los Milagros es ahora
de todos los peruanos. ¡Efectivamente!. Pero sólo en el culto, en el rito y la
procesión, más no en la fe hecha vida. En el Perú, así como en otros países del
mundo, los pobres, los maltratados, enfrentan la discriminación en su vida
cotidiana. Sufren la intolerancia, el rechazo, la exclusión, la injusticia y la
violencia que se expresa a través de palabras, miradas, gestos, actitudes,
omisiones y hasta la negación de lo más elemental, de sus derechos humanos.
Vale la pena ilustrar con dos ejemplos de lo tremendamente racistas que somos
en este país: hace unos años, el padre de la lideresa del PPC, Lourdes Flores,
insultó al candidato y después presidente, Alejandro Toledo, llamándolo “auquénido de Harvard” (=llama,
alpaca, guanaco, vicuña de la universidad de Harvard). Estos días, al
parecer, algunos ciudadanos limeños han hecho lo mismo con la actriz ayacuchana
Magaly Solier, diciéndole “¿Qué tienes que
mostrar? Guanaca por qué no te
regresas a tu tribu a rascar la tierra”, calificándola también de “atorrante”
(mujer desfachatada, desvergonzada) (Pg. Web Perú 21, octubre 2013). Es un
odio racista, sexista y regionalista.
Tampoco el
Perú es de todos los peruanos, son dueños unos cuantos privilegiados, un grupo
selecto, las grandes empresas mineras y extractivas, los que poseen poder
económico, político, militar y otros. Hoy mucho más el mundo sigue siendo
“ancho y ajeno”, como bien titula el escritor peruano Ciro Alegría a una de sus
célebres obras.
¿Qué decir
de las Instituciones estatales, de las que sus miembros rinden homenaje a la
sagrada imagen? El Congreso es considerado como la expresión de mayor
corrupción. El 18 de octubre, renovaron su fe y rindieron homenaje al Cristo
Morado. El Poder Ejecutivo, hizo lo mismo en el frontis de Palacio de Gobierno,
y sus manos están manchadas de sangre. En Celendín el actual gobierno es
responsable de la muerte de cinco humildes ciudadanos. Tres expresidentes están
en el ojo de la tormenta. Fujimori, condenado por asesino, ladrón y corrupto.
Toledo, con delitos cometidos a través de traspasos de dinero y compra de inmuebles
que no puede justificar. García, que arrastra investigaciones, denuncias y
pruebas de cargos sobre actos de corrupción, enriquecimiento ilícito y haber
indultado a miles de narcotraficantes, previo pago; que para nuestra sorpresa,
promulgó en el 2010, la Ley N° 29602 que consagra a la imagen del Señor de los
Milagros como Patrono de la Espiritualidad Católica del Perú.
Igual le rinden homenaje
los Poderes: Judicial y la Policía, percibidos como altamente corruptos. Los
gobiernos locales y regionales, que no son transparentes, ni rinden cuentas del
dinero del pueblo que administran.
“Todo el
Perú te quiere, Señor de los Milagros”, fueron las palabras con las cuales el
cardenal Juan Luis Cipriani le dio la bienvenida a la tradicional imagen el 18
de octubre en la Av. Tacna, y paradójicamente desprecia los derechos humanos de
los maltratados, diciendo que son “una cojudez” (Rev ideele N° 115, febrero
1999)
En la
devoción al Cristo Morado hay dos rutas
dice Diego Irarrázaval, en su libro “Rito y Pensar Cristiano” (CEP 1993): “El
primer camino pertenece a los “de arriba”. La procesión es una masa de
individuos y en ella se simboliza la sujeción de lo popular de las clases
dominantes. Los grupos de poder transforman la fe del pobre en un culto policlasista y nacional. El Dios venerado hace favores -en
una modalidad mágica- a individuos, y es el fundamento del “orden social”. En
un plano idealista –que algunos llamarán “de fe”- hay una conciliación entre el
maltratado y el opresor.” “…Un segundo camino pertenece a los “de abajo”. La
procesión es un acto de masas, en que los maltratados, al acompañar a Cristo,
expresan su anhelo colectivo de liberación. En esta expresión de fe hay una
resistencia simbólica al orden social impuesto sobre ellos, y a la vez, una
manifestación pública de fidelidad a la voluntad liberadora del Padre… El pueblo crucificado hace también
súplicas concretas y celebra la fuerza que da el Espíritu”.
Según el testimonio del Médico
Patcy Arce (José Gálvez-Celendín) “la motivación de los que acompañan al Señor de los Milagros son dos,
unas veces de súplica y otras de agradecimiento por acontecimientos
inexplicables ocurridos en sus vidas”.
Para
terminar, el Señor Crucificado nos vuelve a decir en Lc 11,37ss: “Esto hay que hacer sin
omitir…” “No vuelvan a traerme ofrendas
vacías, cuya humareda me resulta insoportable…Cuando extienden las manos para
orar, aparto mi vista, aunque hagan muchas oraciones, no las escucho, pues
tienen las manos manchadas de sangre. Lávense, purifíquense; aparten de mi
vista sus malas acciones. Dejen de hacer el mal, aprendan hacer el bien. Busquen
el derecho, protejan al oprimido, socorran al huérfano, defiendan a la viuda”
Is 1,10ss.
“Ay de ustedes fariseos
que pagan el diezmo de la menta, del té, y de todas las legumbres, y descuidan
la justicia y el amor a Dios” Lc 11,37ss.
“Ámense unos a otros,
como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus
amigos” Jn 15,13.
Nos dice también que
seremos juzgados por nuestras actitudes de amor o indiferencia ante los
necesitados (los hambrientos, sedientos, extranjeros, desnudos, enfermos,
encarcelados) Mt 25,31-46. Los devotos del Señor de los Milagros son aquellos
que lo reconocen en el pobre, en el necesitado.
Finalmente escuchamos al
apóstol Pablo que nos recuerda: “Tengan los mismos sentimientos que corresponde
a quienes están unidos a Cristo Jesús. El cual no se aferró a su categoría de
Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo
(servidor) y se hizo semejante a los hombres” Fil 2,5-7.
Lázaro Jara
Paredes