Hay aparatos en nuestra casa que no son muy
queridos, pero que los necesitamos. Incluso hay que decir que, aunque resulten
molestos, mejoran nuestra existencia. Uno de ellos es el despertador. Qué
fastidio cuando suena y rompe nuestro plácido sueño. Por eso, a veces, para
callarlo no ponemos suavemente un dedo sobre él, sino que descargamos con ira la
fuerza de nuestro puño. Pienso que esta es la reacción primaria, pero, en el
fondo, agradecemos su canto matutino, pues despertar y pasar a la actividad es
necesario.
Al mirar nuestra vida personal y comunitaria
caemos en la cuenta de que estamos dormidos más de lo debido. Caemos en la
rutina, nos dejamos llevar de la costumbre, somos presa de la pasividad, nos
estancamos. Nos convertimos en aguas muertas, que, sabemos, huelen mal. De esa
situación necesitamos salir. Precisamos un despertador, alguien o algo que nos
zarandee, nos remueva, nos cuestione. De vez en cuando surgen personas que
hacen esta tarea de despertar conciencias. Vamos a fijarnos en algunas.
Nelson Mandela. Vivió en sus carnes el apartheid,
la discriminación racial que dio con sus huesos en la cárcel durante 27 años.
¿Su delito? Haber nacido negro. Cuando llegó a ser presidente de Sudáfrica por
elección democrática, no actuó, en contra de lo que pensaba la mayoría, movido
por el odio, el rencor, la venganza, sino que consiguió la integración de su
nación desde el respeto y la valoración del diferente. Qué hermosa lección para
el Perú, país, como lo definió José María Arguedas “de todas las razas, de
todas las lenguas de todas las patrias”. Aprendamos a convivir desde la
pluralidad.
Juan Bautista. En la Iglesia vivimos el tiempo
de Adviento, preparando el encuentro con Dios, hecho
hombre en la persona de Jesús. Éste es anunciado por su primo Juan, el Bautista, hombre de vida austera, pero que no tenía pelos en la lengua. Él nos llama a despertar, a cambiar profundamente, dando entrada en nuestra vida a otros valores. Los evangelios resumen así su mensaje: “Conviértanse… preparen el camino al Señor” (Mt. 3,2-3). Convertirse es dar un giro a la vida, dejar de obrar mal y empezar a ser personas de bien. Ante su llamado cada cual debe plantearse personalmente: Y yo, ¿de qué me tengo que convertir? ¿A qué tengo que despertar?
hombre en la persona de Jesús. Éste es anunciado por su primo Juan, el Bautista, hombre de vida austera, pero que no tenía pelos en la lengua. Él nos llama a despertar, a cambiar profundamente, dando entrada en nuestra vida a otros valores. Los evangelios resumen así su mensaje: “Conviértanse… preparen el camino al Señor” (Mt. 3,2-3). Convertirse es dar un giro a la vida, dejar de obrar mal y empezar a ser personas de bien. Ante su llamado cada cual debe plantearse personalmente: Y yo, ¿de qué me tengo que convertir? ¿A qué tengo que despertar?
Francisco, el Papa. A través de él, Dios nos
está haciendo llegar un mensaje renovador. También la Iglesia tiene que tomar
otra orientación. Jesús tiene que ser su centro, no debe vivir para sí
encerrándose en las paredes de sus templos, sino salir especialmente a las
periferias, a los lugares donde están los pobres para encontrarse allí con su
Señor, ser misericordiosa, manteniendo una actitud de acompañar y curar
heridas. El mensaje del Papa suena también como un despertador para nuestro
mundo. Él condena este sistema económico globalizado que conduce a la tragedia.
Es un sistema que mata. Hay que organizar un sistema económico justo, que no
tenga como centro al dinero, sino a las personas.
Otras veces el despertador puede sonar en
forma de noticia. Hace unos días se publicaba que el Perú está en los últimos
lugares en educación, en concreto en comprensión lectora y razonamiento
matemático. Ciertamente la educación es una realidad compleja, donde
intervienen el Ministerio de Educación, profesores, alumnos, padres de familia,
la propia sociedad; además influyen elementos como el presupuesto, las
instalaciones educativas, la alimentación… Pero esa complejidad no puede
hacernos caer en la indiferencia o la pasividad. En un tema tan importante no
hay otra solución que plantearse seriamente qué hacer para revertir esa
situación.
Soñemos, dejémonos despertar, bajemos a la
realidad y transformémosla para que en ella se plasmen nuestros más hermosos
sueños.
Antonio Sáenz Blanco
Realmente muchos de nosotros hoy necesitamos ¡urgentemente! un buen despertador que nos saque de nuestra rutina o ¿acomodo? diario en la que hemos convertido nuestra vida y nos permita ser personas activas y alegres, como dice nuestro amigo el Papa Francisco. Ojalá aprendamos de estos grandes hombres que menciona usted en su artículo: a ser agentes de paz y reconciliación como Mandela; decididos y valientes como Juan y nos renovemos cada día como nos lo pide el Papa.
ResponderEliminarComo hacer caso a mi despertador?, si a veces lo que más nos gana es la pereza y el " lo hago después" necesito cambiar mi vida y para ello necesito un bueno despertador que no se apague hasta que realice lo que tengo que hacer.
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