En la mirada a la construcción de
un edificio, ponemos hoy nuestros ojos donde nunca se fijan cuando está terminado: en los cimientos.
Sabemos que por ahí se empieza. Una buena cimentación no es sólo lo primero en
cuanto al orden temporal, sino también en lo que a importancia se refiere.
Hablamos de lo básico (por aquello de que está en la base), que es al mismo
tiempo lo fundamental.
Obrero cavando para el cimiento. |
Efectivamente, todos somos
conscientes de que es el elemento crucial. Hablar de cimiento es hacerlo de lo
que no se ve, de lo que está debajo, sosteniendo, manteniendo en pie, dando
consistencia, fortaleciendo. Para construirlo hay que escarbar, ahondar en la
tierra, dar profundidad. Las zapatas y las calles que las unen reciben una mezcla de piedras y cemento que, junto a los fierros,
les dan la solidez precisa.
Que sepamos Jesús no estudió
arquitectura. Sobre su aprendizaje académico, los evangelios sólo nos dicen que
una vez escribió en el suelo. Ahora bien, por ellos sí sabemos que Jesús debió
ser un gran observador, por lo cual hablaba con conocimiento de las cosas de la
vida. Sus parábolas están repletas de imágenes sacadas de lo ordinario:
siembra, pesca, ovejas, levadura, harina, trigo, cizaña,… También observaba cómo
se construían las casas, notando y avisando que no siempre se hacían
correctamente, lo que suponía un peligro, pues, tarde o temprano, harían su
aparición los vientos y tempestades. Si la casa había sido construida sobre
arena, el derrumbe estaba asegurado y, por el contrario, se mantendría en pie si el cimiento estaba
sobre roca (Mt 7, 24-27). El interés de Jesús no era por las casas, sino por
las personas, que eran su auténtica preocupación.
Cimentar la vida es algo que hay
que hacer desde el principio. En los inicios otros lo hacen por nosotros. Ahí
entran en juego padres, familiares, profesores. Ellos nos ayudan a poner las
bases sobre las que ir levantando nuestra existencia, transmitiéndonos valores
comúnmente aceptados: honradez, bondad, justicia, solidaridad, laboriosidad, participación,
respeto… Sobre esto se edifica no sólo nuestra vida personal, sino también
comunitaria. Llegados a este punto me
parece muy importante recalcar el papel fundamental que tienen padres y educadores.
Ellos, junto a los catequistas, colaboradores de los padres en la transmisión
de la fe, no deben olvidar que en la educación tiene una gran relevancia el
testimonio. Por ello, les guste o no, sean conscientes o no lo sean, ellos son
espejos donde los hijos y alumnos se miran, por lo que deben ser los primeros
en reflejar en sus vidas los valores que pretenden transmitir. El llamado a ser
coherentes debe ser una constante en sus oídos.
Cimientos |
Lógicamente, en la medida que
vamos creciendo vamos tomando cada uno nuestra batuta, porque la cimentación de
la vida nunca es algo totalmente terminado, sino que es tarea abierta. En orden a una buena cimentación tanto humana
como de fe (dos realidades interconectadas en el creyente) encontramos ayuda en
la lectura, la observación, la reflexión, el análisis de lo que ocurre,
llegando a las causas y consecuencias, el espíritu inconformista, los deseos de
superación, la apertura a lo nuevo, el trabajo organizado y constante, la
apertura al otro y al Otro, a ese Dios hacedor que siempre comparte vida con
nosotros y que nos ofrece a Jesús como el valor seguro sobre el que cimentar la
existencia.
Antonio
Sáenz Blanco
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