No era martes, pero sí 13, el 13 de octubre de 2000, el día
en que, aproximadamente a las 5,30 de la tarde, puse mis pies en el Perú. Se
abría para mí una aventura llena de incertidumbre. Tras el paso de los años
tengo que decir que ha sido apasionante. Profundamente enriquecedora para mi
persona, algo que tengo que agradecerles de corazón, pues ustedes han hecho
posible que sea así. No sé si he dejado alguito al Perú, pero sí sé que, como
perteneciente a un pueblo con fama de conquistador, es mucho lo que me llevo,
aunque no precisamente oro o plata, sino tesoros mucho más valiosos.
Tras haber estado tres años sirviendo a las comunidades de
Sorochuco y Huasmín, a través de una
llamada telefónica, un día 5 de junio, el obispo de Cajamarca, entonces
monseñor Paco, me comunica que tengo que incorporarme a la parroquia de
Celendín. Aunque ya tenía 25 años de sacerdote a mis espaldas, no oculto que la
tarea que se me encomendaba me causaba temor, eso sí, mezclado de expectativa
ilusionante. Nunca había estado en una parroquia tan grande y con tantas
exigencias.
Acompañado de mi compañero Roberto, entonces aún diácono, nos
autopresentamos en esta comunidad el 31 de agosto del 2003. Aún recuerdo que
las palabras de presentación giraron en torno a estos cuatro interrogantes:
¿Quién viene? ¿A dónde viene? ¿A qué viene? Y ¿cómo viene?
Los dos teníamos claro que llegábamos a una parroquia viva,
con una historia y un estilo propio. Teníamos asumido que el camino de la
parroquia es forzosamente comunitario y que, como sacerdotes, debíamos
incorporarnos al quehacer de nuestros anteriores compañeros, así como de las
religiosas carmelitas de Vedruna y de la gran mayoría laical. Por eso, una de
las primeras acciones fue poner en marcha el Consejo de Pastoral Parroquial,
expresión de vida y acción comunitaria.
Ahí comenzó para mí un caminar que está a punto de expirar
tras algo más de 13 años, otra vez el 1 y el 3. Muchas son las experiencias
vividas, los compañeros, los grupos, las celebraciones, las decisiones. Como no
podía ser de otra manera, ha habido alegrías y penas, dificultades y logros,
aplausos y silbidos, cercanías y alejamientos,
encuentros y desencuentros, … Largo sería analizar lo que pasó, sus
causas y sus consecuencias.
De lo vivido surgen en mí dos sentimientos fundamentales que
quiero expresarles. En primer lugar pedirles sinceramente disculpas. Si mi
carácter, mi genio, mis impaciencias, mis palabras, mis gestos, mis decisiones,
han provocado en alguno de ustedes aunque sea una pizca de desconcierto y peor
aún, dolor, les pido humildemente
perdón. Sé que algunos me tendrían que perdonar mucho más que hasta 7 veces.
El segundo sentimiento es de agradecimiento. Vivo con sano
orgullo haber podido ser párroco de los doce distritos de Celendín. Con ustedes
hemos ido haciendo camino. Sabiendo, como dice el poeta, que se hace camino al
andar, pero al mismo tiempo, desde nuestra fe en quien se autoproclamó como el
Camino, la Verdad y la Vida, hemos intentado con creatividad descubrir las
señales del reino entre nosotros. Hemos ido descubriendo la presencia del Dios
encarnado en medio de nuestra realidad y desde ella hemos intentado dar
respuesta a sus retos y llamados. Hemos aprendido a ser Iglesia en salida al
encuentro con el hermano en la vida, a tener una atención preferencial hacia
los más pobres y a adoptar una actitud de compasión y misericordia ante los
hermanos que sufren. Somos una comunidad abierta a la vida, sensible al cuidado
de nuestra casa común. Ustedes han sido para mí como un imán que me ha atraído
para hacer mío este estilo de vida. La iglesia latinoamericana, a la que
pertenecemos, me ha ayudado a descubrir al Dios de la vida y la liberación.
Gracias al Consejo Pastoral, a los equipos de evangelización,
liturgia y acción social, a los catequistas rurales de las diferentes
comunidades, a los catequistas de niños y jóvenes y de sus padres y a los que
acompañan el caminar de los barrios: El Rosario, el Porvenir, Sevilla y Pueblo
Nuevo, San Cayetano, La Breña, El Milagro, San Isidro, El Cumbe, El Carmen,
Bellavista. Gracias a los diferentes grupos: Hermandad de la Virgen del Carmen,
Divina Misericordia, Edocel, Laicas Vedrunas, San Lucas, Jóvenes, Bodas de
Caná, Comité del Niño Dios de Pumarume, Grupo de oración, responsables de la
preparación sacramental, del programa radial y el blog parroquial, secretaría,
limpieza de templos y Centro Pastoral, coros, profesores de educación
religiosa, comité y trabajadores de la botica parroquial “Teresa de Calcuta” y
taller “Santa Joaquina” Un agradecimiento especial a las Hermanas Carmelitas de
Vedruna, con las que tengo gran sintonía y nos unen lazos de cariño mutuo;
quiero tener un recuerdo agradecido con Conce y Orfilia.
Gracias también a los no pocos compañeros con los que he
podido compartir vida y tarea: Roberto, Aniceto, Edú, Lázaro Llaja, Lení,
Eimer, Delmar y Lázaro Jara, mi actual pareja de hecho. Un recuerdo también
para Dionicio y Presbítero, así como para Josely, Leonardo y José Estévez,
compañeros del decanato. Su diversidad ha supuesto un enriquecimiento para mí.
Agradecer también a otras instituciones extraeclesiales.
Siempre ha habido una relación y colaboración estrecha con Promotores. Fue muy
positivo para mi persona la participación en puestos de responsabilidad en la
Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, en el Comité de
Reorganización del Pedagógico y todo lo que supuso y supone formar parte de
todo ese movimiento ciudadano que, coordinado por la PIC, expresa sus deseos de
un desarrollo para Celendín, no de cualquier manera, sino sostenible, para
todos y con respeto innegociable hacia el medio ambiente.
Gracias, en fin, a muchas personas. A algunas, especialmente
las más cercanas, me gustaría expresar
públicamente mi agradecimiento, pero, por respeto a su voluntad, sólo lo haré
en privado. Hay gente que ha estado muy cerca de mí en momentos difíciles,
brindándome su apoyo y cariño. A alguna me sale de dentro decirle “¿cómo te
podré pagar tanto bien como me has hecho?”.
Me quedo con la alegría de ver que Celendín ha evolucionado
positivamente en muchas facetas y van mejorando las condiciones de vida. Ojalá
ésta sea más digna cada día para todos. Sigan esforzándose para conseguir que
Celendín sea el cielo azul del Edén.
Me voy. El día 15 saldré de Celendín a la una de la tarde y
de Lima el domingo 18 a las 11,30 de la mañana. Nos separan muchos kilómetros,
pero el mucho cariño será nuestro cordón umbilical que nos mantendrá unidos.
Siempre estarán en mi corazón. Sé que, al menos en un rinconcito del corazón de
algunos de ustedes, también hay un espacio para mí. Les quiero. Gracias.
Antonio
Sáenz Blanco
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