La polémica se ha hecho presente
entre nosotros estos últimos días desde la situación de la institución
educativa pública “Coronel Cortegana”. En resumen podemos expresar la situación
como la negativa por parte de un grupo mayoritario de profesores de recibir
como director a alguien que ya lo fue años atrás. ¿El motivo? Que lógicamente
ya conocen su “vida y milagros”, algo que queda ratificado por la repetición de
actitudes y comportamientos del susodicho profesor en diferentes colegios donde
ha ejercido la dirección.
Muchas opiniones, con frecuencia
cargadas de virulencia, se han expresado a través de los medios de comunicación
sobre la situación creada. Me permito comentar algo de lo escuchado y ofrecer
algunas opiniones personales sobre lo vivido.
En primer lugar quiero acentuar que
la realidad no puede dejarnos indiferentes a los seguidores de Jesús. Nuestra
fe en Él nos lleva a implicarnos en lo que pasa. Como decía el Concilio
Vaticano II a la Iglesia le preocupa “todo lo humano”. Tenemos que tomar
partido por lo justo, apostando siempre
por el bien común. Esto a veces es complicado, porque en no pocas
ocasiones lo justo choca con lo legal, como en el caso que nos ocupa. En
situaciones así, ya sabemos que Jesús apostaba siempre por la persona por
encima de la ley. En el caso del Cortegana la opción tiene que ser por el bien
de la comunidad educativa, aunque eso pueda vulnerar los derechos de una
persona, pero hay que tener en cuenta que también los alumnos y el resto de
profesores tienen derecho a un ambiente que facilite una educación de calidad,
algo que parece imposible con la pretendida dirección por parte de quien se
siente agraviado. Aunque la mentalidad neoliberal que nos inunda parece que va
en dirección contraria, sin embargo parece razonable que el bien del colectivo
está por encima del individual. Y es que la ley tiene que mirar por la
justicia, que no es sino la plasmación del bien común. En caso de conflicto, ha
de estar claro que el fin es más importante que los medios, por lo que la ley
no puede tener la última palabra, ya que si no consigue el objetivo para el que
fue creada ella misma queda deslegitimada.
No se puede uno aferrar sólo a la ley ni utilizarla para desviar la
atención de hechos (al menos sospechosos, y algunos de los cuales están
presentes en bastantes docentes), como
la tendencia al alcohol, la probable apropiación personal de bienes comunes, la
falta de información a la comunidad educativa de los movimientos económicos de
la institución o la vivencia de comportamientos poco educativos para los
alumnos, como mantener relaciones afectivas extramatrimoniales por parte de
personas que tienen ya su familia constituida. Algunas de estas prácticas son
difíciles de probar, lo que no significa que no se den. Aunque no se vea, mucha
agua debe llevar el río cuando tanto suena.
No es fácil la tarea de director. Es
una misión compleja. De ahí se deduce que los requisitos para poder acceder a
este servicio no pueden ceñirse a aprobar un examen, sino que han de tenerse en
cuenta también las aptitudes y actitudes de los aspirantes. Lo mismo vale para
un profesor. Por eso, las capacitaciones que ahora están tan en boga han de
dirigirse a la mejora integral de la persona y no sólo a su capacidad
intelectiva.
Una situación de crisis tiene que dar
paso a una revisión y purificación. ¿Qué está ocurriendo para
que a la
institución que nos ocupa se le haya cambiado el apellido de emblemática por el de problemática? Sin duda hay muchos
factores. El primero es de índole estructural. Una institución que es calificada de emblemática sólo por la infraestructura
física es un elefante blanco. ¿Para qué
sirve una biblioteca sin libros, un laboratorio sin materiales, una piscina con
agua verde, unas aulas con un número desmesurado de alumnos para poder ofrecer
una educación de calidad? Por otra parte, ¿cómo es la organización del colegio?
¿Cómo es la relación y la participación de la APAFA? ¿Sólo se la requiere
cuando “las papas queman”? ¿Muestran los padres interés real en la educación de
sus hijos? ¿Tienen los profesores conciencia de lo que significa educar y ser
educadores? Es claro que si en el centro educativo las cosas no van bien no se
puede descargar la responsabilidad en una sola persona. No se puede mandar de
paseo a la capacidad de autocrítica. Evidentemente, todo esto es aplicable a los demás centros
educativos.
Hay gente que lo único que pretendía
era la vuelta a las clases por parte de profesores y alumnos. Las prisas no
suelen ser buenas consejeras. Y buscar salidas falsas sólo sirve para prolongar
el problema. Por eso me pregunto si en las circunstancias dadas realmente se
puede ver como solución razonable imponer como director a una persona que es
rechazada por gran parte de los integrantes de la institución. ¿Propiciaría la presencia de ese director el
ambiente adecuado para una educación de calidad? No es posible la educación sin
armonía en las relaciones. Por otra parte, la educación no se lleva a cabo sólo
en las aulas ni se ciñe a la adquisición de conocimientos, sino que también
incluye la transmisión y asunción de valores. Pienso que los profesores
“contestatarios” han dado ejemplo a sus alumnos de preocupación por su centro
educativo, rebeldía, capacidad de organización, sacrificio, búsqueda de la
justicia, aunque ello también les ha llevado a ser criticados por una parte de
la población. Nos han demostrado que los cambios son posibles, que la realidad
es transformable. Expreso mi admiración
por ellos y agradezco su ejemplo. Mucha corrupción hay en el país, con
presencia significativa en las instituciones de todo tipo. Acabar con ella es
tarea de todos. Ojalá cunda el ejemplo y lo que ha ocurrido en el Cortegana sea
una mecha que avive el fuego y se propague por Celendín. Estoy convencido de
que a todos nos gustaría que el fuego purificador llegue a otras instituciones
educativas de rango mayor. Y de todo tipo. Algún día, ojalá no muy lejano,
será. Sí, me alegra la postura de estos profesores, pues son un signo más de
que algo va cambiando en Celendín. Últimamente la apatía está dando paso a la
rebeldía, la indiferencia a la participación, la sumisión a la sublevación. No
entienda nadie esto como un llamado a la violencia. Algunos son muy ligeros a
la hora de calificar a las personas como extremistas, violentistas, radicales…
Hay que actuar con pasión, pero sin violencia.
Animo a la amplia comunidad educativa
de Celendín a una renovación de actitudes que desemboque en la creación de
ambientes que favorezcan una educación integral de calidad. Sabiendo que la
educación es la gran herramienta de cambio, esto provocará para nuestro pueblo
un nuevo amanecer lleno de vida digna.
Antonio
Sáenz Blanco
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