La llegada de la primera luna llena de primavera en el
hemisferio norte, marca una semana especial para millones de personas
repartidas por todo el mundo. Es una semana calificada como “santa”. Es para
los católicos la más importante del calendario anual.
Es “santa” porque celebramos al santo por excelencia:
Jesucristo y éste crucificado-resucitado.
Llamamos
“santo” a algo relacionado con Dios, a lo que es como Dios quiere. Jesús es el
gran santo porque vivió como Dios quiere, de acuerdo a su voluntad.
Celebrar Semana Santa es celebrar a Jesús y su modo de
vivir. No se trata de una asistencia cumplidora a lo programado, sino de ir con
deseos de identificarse con Cristo, asumir su forma de vivir para ser también
nosotros como Dios quiere.
Por otra parte, aunque en relación con lo anterior,
este año 2014 nos hemos trazado dos objetivos fundamentales en nuestra
parroquia: la difusión de la exhortación
del Papa Francisco “La Alegría del Evangelio” y el acompañamiento desde la fe
al proceso electoral.
Es un dato
incuestionable que en la Iglesia estamos viviendo un clima diferente desde hace
poco más de un año. El Papa argentino ha traído un aire nuevo. Su persona, sus
gestos y sus mensajes transmiten sencillez, gozo, esperanza, ánimo. En él se
visibiliza una Iglesia que quiere redescubrir a Jesús como fuente de alegría
auténtica. Ningún tiempo mejor que la Semana Santa para acercarse a Jesús,
abrir a Él nuestra vida y dejarnos invadir de su capacidad de entrega en favor
del prójimo, especialmente el más necesitado. Estamos llamados a ser grano de
trigo que muere para dar fruto. Es la paradoja del misterio de muerte y
resurrección.
Desde ese deseo de vida para todos, Francisco ha levantado su voz diciendo
que “hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad.
Esa economía mata”. Se manifiesta clara
y valientemente en contra de este sistema económico que pone la plata por
encima de los seres humanos, que excluye a muchas personas de participar de los
bienes que deben ser para todos, favoreciendo a los que más tienen y
perjudicando a los que más necesitan. Eso es injusto y no puede ser querido por
Dios, que ama más a los más desfavorecidos.
Seamos
coherentes con Él.
Antonio
Sáenz Blanco.
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