sábado, 25 de enero de 2014

UN NIÑO LLAMADO JESÚS


El comienzo del año coincide en la comunidad de Celendín con el inicio de las celebraciones en honor al Niño Dios de Pumarume. Una parte de ellas tiene lugar en el tiempo de Navidad, cuando la Iglesia pone sus ojos en el Enmanuel, el Dios con nosotros, que se ha manifestado como “niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc. 2,12).  Su presencia la expresamos en la imagen del Niño Dios de Pumarume. Como a veces corremos el riesgo de quedarnos en la imagen, considero necesario que demos el paso de la imagen al original, es decir, a Jesús. Eso mismo hay que hacer con los Cristos y las Vírgenes. Pasar del Señor de los Milagros, del de Ayavaca, del Nazareno, a del de la Divina Misericordia   y el del Santo Sepulcro a Jesús de Nazaret; y de la Virgen del Carmen, de Candelaria, de Fátima, de Guadalupe, del Rosario, de Lourdes,… a María, la joven nazarena, madre de Jesús.

Centrándonos en el Niño de Pumarume, es un dato real su capacidad de atracción. Mucha gente se convoca alrededor de él, incluyendo bastantes que no asisten habitualmente a las celebraciones litúrgicas que tienen lugar en el templo de la Virgen del Carmen. Muy probablemente son diferentes las razones que tienen las personas para acercarse al Niño: tradición, costumbre, lograr algún favor, búsqueda de algún “milagro”, agradecimiento, cumplimiento, fervor religioso, fe, y… hasta el cafecito. En ocasiones hay razones más paganas, pues es indudable que el Niño mueve plata y eso beneficia el bolsillo de los vendedores de velas, estampas, cuadros y demás objetos religiosos; incluso de los vendedores de productos no tan ligados a lo religioso como pueden ser comidas, cervezas, castillos, negocio de taxis… O sea, que hasta se puede no ser creyente, pero “la fiesta del Niño me viene bien”. Eso se llama manipulación, que no es sino utilizar algo en beneficio propio, quitándole su sentido originario. Esa tentación de pretender manipular a Dios es tan vieja como la vida de las personas. En algunos casos esto es bien palpable. A los manipuladores les interesa quedarse en la imagen; el original les trae sin cuidado. A la imagen se la puede manipular, pero el original no se deja. Por eso, la fe exige llegar a su objeto final, que no es una imagen, sino una persona. Si actuamos de buena fe, si realmente somos cristianos, tenemos que avanzar, tomando conciencia de que el Niño Dios de Pumarume no es otro que Jesús, del que, como cristianos, somos seguidores. Todos estos días de culto han sido una oportunidad de acercarnos a Él, conocerle mejor, abrirle las puertas de  nuestra vida y asumir su estilo. Mayordomos, novenantes y pueblo en general, hemos participado con interés, renovando oraciones, creando un ambiente de celebración participada, poniendo atención y acogiendo el mensaje proveniente de la Palabra de Dios y del Papa Francisco, ya que hemos compartido las enseñanzas recogidas en su exhortación “La Alegría del Evangelio”. Esto nos va sensibilizando con el rumbo y el estilo que él desea para la Iglesia en la realidad actual: Una Iglesia pobre y para los pobres, alegre y esperanzada, que no se centre en sí misma, sino que esté en actitud de salida, que vaya al encuentro de las personas, especialmente de los más débiles, que cure heridas siendo misericordiosa, que denuncie y rechace este sistema económico globalizado que nos lleva a la tragedia y mata. Nos alegran estas orientaciones del Papa y nos comprometen para hacerlas realidad.
Que la fe en Jesús, el Niño Dios de Pumarume, nos lleve a vivir como Él.

                                                                                              Antonio Sáenz Blanco


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